El Camino de Santiago es una de esas aventuras que bien se puede considerar como un viaje mágico. Se trata de una experiencia única que se queda grabada a fuego en cada uno de los peregrinos que deciden llevarla a cabo. Un trayecto tan especial no solo por los motivos que te llevan a realizarlo, sino también por su trasfondo, marco y telón que supone cada ruta; todas ellas cargadas de encanto,tradición y misterios.
La leyenda del peregrino fantasma en Santiago de Compostela, es una de sus historias más conocidas.
Se comenta que en la plaza de la Quintana, cuando cae la noche y se enciende el alumbrado, se refleja claramente la sombra de un peregrino sobre la pared de la Catedral. Se trata de la sombra de un peregrino que, según cuenta la leyenda, se mantiene en la espera noche tras noche.
Se dice que se trata de un sacerdote que mantenía relaciones sexuales con una religiosa del convento de San Paio, y que todas las noches se reunía con ella. Para ello había de cruzar un pasadizo que existía bajo la escalinata de la Quintana (el cual unía la Catedral con el convento).
Luego de cierto tiempo, el sacerdote le propuso a la religiosa que se escapara con él para vivir y gozar de su amor libremente. Llegado el momento, se citaron al anochecer y el clérigo se disfrazó de peregrino para no llamar la atención de las personas; la esperó pacientemente, pero ella nunca acudió a la cita y nunca se supo el porqué. El peregrino jamás se ha resignó a la evidencia; desde ese entonces al caer la noche, sigue acudiendo puntualmente a su cita, noche tras noche. Todas las noches.
Cualquier persona que pase por ahí, podrá observar su sombra claramente. Una sombra que espera paciente en el mismo rincón, cual si fuera la primera vez.
Pero como en casi todos los cuentos y leyendas, siempre existe una o más versiones. En este caso, también se comenta sobre la leyenda del peregrino fantasma, se trata de la figura de un peregrino francés. Se trataba de un jovencito de 18 años que envenenó a su padre, ya mayor, para poder heredar su fortuna. Los tribunales comprobaron su culpabilidad, y fue condenado a galeras.
Tras unos años de cárcel se le impuso la peregrinación a Compostela para que pudiera redimir su pecado. De esta manera, podría acceder a los bienes del difunto. Por el camino continuó haciendo el mal, asesinando a otros dos jóvenes y huyendo disfrazado de monje.
Llegó a la ciudad de Compostela antes de la puesta del sol, y las posadas estaban llenas de peregrinos. De este modo, le tocó dormir en los pies de la catedral, lugar en el que se quedó dormido profundamente. En tal estado, se le apareció un León du Cornu (que no era otro que el espíritu reencarnado de su padre), y quien le dijo que con dicha peregrinación se le perdonaba su asesinato. No obstante, los de los otros dos jóvenes peregrinos quedarían sin perdonar mientras estos no llegaran a Santiago. El joven francés salió de su trance, e intentó acabar con la imagen de su padre, pero este fue más rápido y le clavó su espada en el pecho.
Desde entonces, según la leyenda, el joven peregrino francés espera noche tras noche en la catedral, la llegada de los dos peregrinos que asesinó por el Camino para expiar su culpa.