Hoy me toca coger un vuelo dirección Fuerteventura pero mi cabeza sigue en mi Tierrina, en mi querido Camino Primitivo.
Son algo más de las siete de la mañana y estamos dejando atrás las montañas occidentales asturianas, desde las alturas puedo distinguir emergiendo de un espectacular mar de nubes, la carretera y la fila de molinos del alto del Palo. Y con un poco de imaginación puedo ver a los más madrugadores, un pequeño grupo pasando por encima de la Fana Freita y otro algo más numeroso a punto de coronar el Palo.
Como podréis imaginar, durante las algo más de tres horas de vuelo hasta Fuerteventura, ya tengo la cabeza ocupada, me imagino posando mi mano sobre el pie derecho de El Salvador, para iniciar mi andadura por las calles de Vetusta camino de Llampaxuga, Lloriana y Puente Gallegos, para afrontar el repecho del Escamplero y tomar el primer refrigerio de la mañana, al tiempo que una azafata anuncia el servicio de catering.
Pero al momento ya dejé atrás Grao, después de haber repuesto fuerzas con el exquisito tocinillo de cielo de Tejeiro, en compañía de un gran número de grupos de animados “moscones” (así se conocen a los habitantes de Grao), claro, es la romería de Nuestra Señora del Fresnu, patrona del concejo. Como la imaginación es libre, me quedo a disfrutar de una de las fiestas señaladas en el calendario popular del área central asturiana.
El aviso de turbulencias, ya me sorprende por Casazorrina camino de Salas, donde me proveo de un par de paquetes de Carajitos del Profesor, que me espera la subida a La Espina, el barro de Tineo (nos lo han jodido) y Hospitales. Pero en mi memoria se amontonan cientos de buenos momentos por estos caminos, desde la charleta con Reinerio (antiguo cura del Fresnu), “les fartures” de Pachón, la obligada parada con Pana en el mirador de Letizia, o los recibimientos de Herminia y Javier, cuando todavía éramos jóvenes.
Y mientras por la ventanilla solo veo una inmensidad azul, me imagino disfrutando nuevamente de las inolvidables vistas desde Hospitales, de mi jorobado pino, de algún día a través de la inescrutable niebla, de las jod… moscas “veigas” en verano, de esos transparentes y coloridos otoños, de la nieve y el frio del invierno, pero sobre todo recuerdo el calor de las gentes, especialmente la familia de la hoy desaparecida Casa Gago en Berducedo, donde en una dura noche de invierno me cedieron su propia cena, o los Ayonca de Buspol y la calidez de su familia, vino y cocina, sin olvidar las magistrales clases y la retranca de Pepe “el Ferreiro” en Grandas de Salime.
Y tras un pequeño bache, mi mente ya se encuentra en el alto del Acebo, donde me encuentro con “Don Ramón” (Rodríguez Mondelo) y su prodigiosa memoria, que en su 850 se acerca hasta aquí, por si algún Peregrino necesita ayuda con la mochila.
Ya en Fonsagrada tras una buena ración de pulpo, me espera Montouto, la cuesta del Sapo, O Cádavo, Castroverde, y tras otro aviso de turbulencia, después de la obligada visita a la Catedral de Santa María, ya estoy abandonando Lugo por la Puerta Miña, aunque pensándolo mejor lo haré por la de Santiago.
Saludo a San Lázaro, en su aposento, para ir dejando atrás Burgo de San Vicente, San Román y su miliario, O Burgo y Pacío, para plantarme en Puente Ferreira, donde recuerdo las dificultades para dormir a techo y los viajes en “el clandestino”, un buen hombre que venía con una furgoneta a recogerte y te llevaba a una gasolinera hostal, que nunca supe situarla en el mapa, para devolverte al día siguiente a Ferreira.
Ahora solo queda coronar el collado de Hospital, pasando por Merlán, As Xeisas, y la bonita carbayera de Casacamiño, para desde el alto iniciar ese descenso que anuncia la incorporación de la ingente riada, con todo tipo de artilugios, procedentes del Francés, así que esta situación reclama una buena ración de pulpo servida por Jorge y compartiendo mesa con el viejo Ezequiel, los chupitos se suceden y la sobremesa se prolonga en exceso, será cosa de tomárselo con calma, que solo se vive una vez.
Al caer casi la noche alcanzo la Casa Verde y aquí llega mi perdición, pues no se si por culpa de Sonia, del orujo o del madrugón para viajar, me despierto con mi mano sobre el árbol de Jesé y dándome cabezazos en el santo dos croques, en el Pórtico de la Gloria.
Por megafonía anuncian que nos abrochemos los cinturones, pues ya estamos cerca del aeropuerto de destino, así que apenas me queda tiempo para dejar la petición en la Corticela, dar el abrazo al Jefe, bajar a dar gracias a la cripta y subir rápidamente a la azotea, para desde la cruz dos farrapos regresar a la fila 7F del A310 que está a punto de aterrizar en Fuerteventura.
Como ya os habréis dado cuenta, mi cabeza mezcla las cosas y los tiempos, pero mantiene viva a la gente (me quedaron por mencionar a muchos otros) que a pie de Camino, marcó los míos y los de muchos otros que tuvimos la fortuna de compartir con ellos momentos inolvidables, pero también es probable que esto sean cosas de otros tiempos, …. es que ya soy mayor.
¡¡¡Deus adiuva nos!!!