Claro…ya soy mayor.
Llevo un tiempo preguntándome donde está aquel Camino de Santiago que los que, como yo, ya somos un poco mayores, tuvimos la suerte de vivir.
La búsqueda improvisada de albergue, la convivencia diaria, los sobresaltos de la falta de señalización, las reconfortantes misas del Peregrino, Pablito, Don José María y sus sopas de ajo, Felisa y su charleta, Vitorino y su singular forma de beber, las iglesias abiertas, Don Ramón el cura de Fonsagrada pionero en el transporte gratuito de mochilas, el sonoro recibimiento de Tomás, la mesa y el pulpo compartido con el propio Ezequiel o con Jorge, la amistad y los chupitos de Sonia, el cariño y la hospitalidad de la gente de los pueblos, la soledad acompañada de las largas jornadas de Camino, la desbocada alegría de llegar a Santiago y acudir inmediatamente a la Catedral con los “pecados” al hombro, el respeto al “Peregrino” a sus ritos y a sus enseres en el propio templo y en la oficina, y tantas y tantas cosas más.
Pero como me dicen mis amigos...estás mayor!!! los tiempos son otros, las personas se suceden y las cosas se hacen de otra manera; te pueden llevar la mochila, reservas los alojamientos y descargas los tracks de las etapas en el móvil, algunos hacen las etapas más duras en bus y utilizan e-bikes sin ningún remordimiento, te ofrecen un guía e incluso te ofertan hacer el camino desde Roncesvalles en 5 días, ja, ja, ja, ja … o mejor, ¡Deus adiuva nos!.
Pienso que los cambios sociales y los avances tecnológicos no deberían estar reñidos, ni con el respeto a las tradiciones ni con todos los que llegan a las puertas de la Catedral con mucho esfuerzo, respeto, devoción y la Fe de haber hecho su Camino.
Pero es evidente que estos cambios, están transformando la esencia de aquel viejo Camino en otro completamente distinto, más parecido a un gran reality en el que se baila al ritmo que marcan los intereses, principalmente económicos, tanto de las autoridades eclesiásticas como políticas, dejando de lado al verdadero Peregrino en favor de un turigrinismo sin escrúpulos, al que se le ofrecen privilegios en otros tiempos reservados al Peregrino a cambio de una simple aportación económica.
Es posible que también nosotros, los mayores enamorados del Camino, hayamos tenido gran parte de culpa en esa transformación, pues nos considerábamos responsables de la difusión de sus bondades, bien a través del boca a boca, de la publicación y difusión de guías o de las incipientes redes sociales y blogs, entre los que me encuentro y pido PERDÓN por el posible daño causado.
Pero quiero hacer costar que, pese a todo, intentaré seguir viviendo el Camino mientras Dios no me quite la salud, eso sí, a mi manera y haciendo el menor ruido posible.
Quien va a Santiago y no al Salvador, visita al siervo y olvida al Señor
Ultreia et Suseia